martes, 17 de enero de 2012

Más Allá de las Palabras / Jacobo Zarzar Gidi

Más Allá de las Palabras / ESTIGMAS Y MILAGROS DEL PADRE PÍO

Por: Jacobo Zarzar Gidi





El don de profecía es una gracia especial que Dios concede a algunas almas privilegiadas para prever cosas o predecir acontecimientos futuros. El padre Pío tuvo este don y se sirvió de él para el bien de las almas. El señor Alberto Galleti, muy amigo del cardenal Montini, Arzobispo de Milán, en junio de 1956 fue a San Giovanni Rotondo y llevó los saludos del Cardenal Montini al padre Pío y le pidió una bendición especial para su Arzobispo.- \"No una bendición, sino un río de bendiciones\" -dijo el padre Pío. Y añadió: \"Tú debes decirle al Cardenal Montini que después de éste, él será Papa. ¿Has entendido? Tienes que decírselo, para que se prepare\".

Cuando el joven sacerdote polaco Karol Wojtyla acudió a San Giovanni Rotondo en el verano de 1947, platicó largamente y se confesó con el padre Pío. Se sabe que en aquella ocasión el monje capuchino le dijo al joven sacerdote: -\"Serás Obispo y llegarás a ser Papa... y en tu vida correrá mucha sangre\". La doctora Wanda Poltawska, polaca de origen, relata en sus memorias, que a causa de una grave enfermedad estaba en el hospital esperando ser operada. La intervención quirúrgica, según los médicos, aunque tuviera éxito, no le iba a dar más que un año de vida. La señora Wanda enseñaba psiquiatría en la Universidad de Cracovia, y en aquel tiempo era colaboradora del Arzobispo Karol Wojtyla y estaba ligada a él por una profunda estimación.

En aquellos meses el Arzobispo estaba en Roma en ocasión del sínodo de Obispos. Cuando supo de la gravísima enfermedad de la doctora, se acordó que en San Giovanni Rotondo tenían a un gran amigo, el padre Pío, que había conocido y visitado en el año de 1947, durante unas vacaciones de verano.

El 17 de noviembre de 1962 le escribió la siguiente carta: \"Venerable padre, te ruego que eleves a Dios una oración por una madre de cuatro hijas, de Cracovia. Está en gravísimo peligro de perder la vida por un cáncer en la garganta. Ruega para que Dios, por la intercesión de la Santísima Virgen, le muestre su misericordia a ella y a su familia\". La carta le fue entregada personalmente al padre Pío por medio del señor Ángel Battisti, administrador de las obras sociales de San Giovanni Rotondo.

El padre Pío, después de haber leído la carta, dijo a don Ángel: -\"¡A éste no se le puede decir que no!\". Luego, después de un silencio de varios minutos, añadió: \"-Angelito, guarda esta carta, porque un día será importante\". Once días más tarde, precisamente el 28 de noviembre, el Arzobispo de Cracovia volvía a enviar a San Giovanni Rotondo una segunda carta en la que daba gracias a Dios y al padre Pío porque en los últimos exámenes clínicos que le practicaron a la doctora Wanda, poco antes de la operación, los médicos descubrieron que el tumor maligno había desaparecido.

\"En nombre de la señora Wanda, de su esposo, de sus hijas y mío -decía la carta-, te agradezco, venerable padre\". Durante la tarde del 9 de enero de 1940, el padre Pío reunió a tres de sus grandes amigos espirituales: el farmacéutico Carlos Kisvarday, el médico Guillermo Sanguinetti y el agrónomo Mario Sanvico. Les propuso: -\"Desde esta tarde inicia mi gran obra aquí en la Tierra\". Se trataba del proyecto de fundar un hospital que habría de llamarse \"Casa alivio del sufrimiento\".

El padre Pío sacó del bolsillo una moneda de oro que había recibido como regalo de una anciana desconocida y dijo: \"-Ésta es la primera piedra\". La finalidad de este hospital ha sido curar al enfermo tanto espiritual como científicamente. La Casa alivio resultó uno de los mejores centros hospitalarios de Italia, dotado de las instalaciones más modernas. Tiene incluso terrazas para helicópteros para un más rápido transporte de los enfermos y accidentados, laboratorios, farmacia, central termoeléctrica, imprenta, cine y capilla. Cincuenta médicos y más de trescientos empleados que atienden a un millar de enfermos.
El primer responsable de la \"Casa alivio del sufrimiento\", fue el doctor Sanguinetti que antes de ser seleccionado por el padre Pío era masón y comecuras. Allá por el año de 1940, el doctor aceptó acompañar a su esposa Emilia a San Giovanni Rotondo, pero solamente como \"chofer de su mujer\". Cuando el padre Pío lo vio de lejos, lo llamó por su nombre, como si fuera un amigo de toda la vida, y le dijo: \"-He aquí el hombre que buscaba para mi hospital\". \"-¿De qué me conoces?\", -le contestó sorprendido el doctor. \"-Eso no importa. Ve y vende lo que tienes en Florencia y ven a vivir aquí\", -le contestó con decisión el padre.

\"-Eso es imposible, soy pensionado y mis pocos ahorros no son suficientes ni siquiera para construir una casita en este pueblo\". \"-Tú tienes un papel guardado en casa, -replicó misteriosamente el padre Pío- que solucionará el problema\". En efecto, poco después, el doctor Sanguinetti ganó un premio en un sorteo de bonos, se construyó una modesta casita y se dedicó de tiempo completo a la \"Casa alivio del sufrimiento\", como médico y director hasta 1954, año de su muerte. Cuando una mañana le comunicaron al padre Pío la muerte repentina del doctor Sanguinetti, lloró como un niño. Juan Gigliozzi estaba con el padre Pío aquella mañana y cuenta que escuchó de su boca unas palabras desconcertantes: \"-Jesús, me lo has escondido. ¡De haberlo sabido, te lo hubiera arrancado!\". Palabras tremendas que demuestran cuánta confianza y familiaridad tenía el padre Pío con Jesucristo, y cuánta estimación por su amigo Sanguinetti.

zarzar@sinteg.net



Más Allá de las Palabras / ESTIGMAS Y MILAGROS DEL PADRE PÍO

Por: Jacobo Zarzar Gidi


(Segunda parte)
Al P. Pío le tocó un día recibir en confesión a un joven señor que estaba pensando asesinar a su esposa para abandonarse libremente a una pasión ilícita. Para alejar toda sospecha, acompañó a su esposa a ver al P. Pío, y se presentó en su confesionario. Cuando llegó su turno y se arrodilló ante el monje, se sintió empujado con fuerza por él, mientras el religioso le gritaba: -?¡Fuera de aquí! Tienes las manos con olor de sangre, y ¿quieres también confesarte??. El hombre huyó sacudido por la impresión de aquellas fuertes palabras. No durmió durante varias noches, pero por fin, una mañana temprano volvió a la iglesia para asistir a la misa del P. Pío. Luego fue a la sacristía y lo recibió el Padre como al hijo pródigo: con ternura y alegría el P. Pío le puso su mano llagada sobre la cabeza y lo confesó.
El P. Pío tenía también el poder de la clarividencia espiritual por medio de la cual se conoce el estado de la conciencia moral del prójimo, que vienen a ser los secretos más escondidos del corazón. Un día estaba el P. Pío en el confesionario de la sacristía y no dejaba de mirar a un señor que permanecía en medio del grupo de hombres esperando el turno para confesarse. Se dieron cuenta los demás y le hicieron señas que se acercara. Cuando estuvo cerca del confesionario, el P. Pío en voz baja le dijo: -?Padre, si no se pone la sotana, no lo confieso?. Se trataba de un religioso dominico que había ido a verificar personalmente lo que se decía del P. Pío.

El don de profecía es una gracia especial que Dios concede a algunas almas privilegiadas para prever cosas o predecir acontecimientos futuros. El P. Pío tuvo este don y se sirvió de él para el bien de las almas. El señor Alberto Galleti, muy amigo del cardenal Montini, arzobispo de Milán, en junio de 1956 fue a San Giovanni Rotondo y llevó los saludos del cardenal Montini al P. Pío y le pidió una bendición especial para su arzobispo. -No una bendición, sino un río de bendiciones -dijo el P. Pío. Y añadió: -Tú debes decirle al cardenal Montini que después de éste, él será Papa. ¿Has entendido? Tienes que decírselo, para que se prepare.

Se conoce también lo que le dijo el P. Pío al joven sacerdote Karol Wojtyla cuando en el verano de 1947 fue a San Giovanni Rotondo para encontrarse con él. Platicaron largamente, y después se confesó con el sacerdote de los estigmas. Se sabe que en aquella ocasión el P. Pío le dijo al sacerdote: -Serás obispo y llegarás a ser Papa, y en tu vida correrá mucha sangre.

Cuenta la profesora Wanda Poltawska, polaca, que a causa de una grave enfermedad estaba en el hospital esperando ser operada. La operación, según los médicos, aunque tuviera éxito, no le iba a dar más que un año de vida. La señora Wanda enseñaba psiquiatría en la Universidad de Cracovia, y en aquel tiempo era colaboradora del arzobispo Karol Wojtyla ? que posteriormente se convirtió en Juan Pablo II- En aquellos meses el arzobispo estaba en Roma en ocasión del sínodo de obispos. Cuando supo de la gravísima enfermedad de la doctora, se acordó que en San Giovanni Rotondo tenía a un gran amigo, el P. Pío, que había conocido y visitado en el lejano año de 1947, durante unas vacaciones de verano. Por lo tanto, el 17 de noviembre de 1962 le escribió la siguiente carta: ?venerable Padre, te ruego que eleves a Dios una oración por una madre de cuatro hijas, de Cracovia, que pasó cinco años en un campo de concentración de Alemania. Está en gravísimo peligro de perder la vida por un cáncer en la garganta. Ruega para que Dios, por la intercesión de la Santísima Virgen María, le muestre su misericordia a ella y a su familia?. El P. Pío, después de haber leído la carta, dijo al mensajero Ángel Battisti, administrador de las obras sociales de San Giovanni Rotondo: -¡A éste no se le puede decir que no! Y añadió: -Guarda esta carta, porque un día será importante-. Once días más tarde, precisamente el 28 de noviembre, el arzobispo de Cracovia volvía a enviar a San Giovanni Rotondo una segunda carta en la que daba gracias a Dios y al P. Pío porque en los últimos exámenes clínicos que le practicaron a la doctora Wanda, poco antes de la operación, los médicos descubrieron que el tumor maligno había desaparecido. ?En nombre de la señora Wanda, de su esposo, de sus hijas y mío ?decía la carta- te agradezco, venerable padre?.

El fenómeno de la bilocación, como el término lo dice, consiste en la presencia simultánea de una misma persona en dos lugares distintos. Es una manifestación del poder de Dios para que una persona pueda socorrer a otra y hacerle un bien. Durante la Segunda Guerra Mundial, varios pilotos anglo-norteamericanos sobrevolaban el Gargano para bombardear la región, y no lo pudieron hacer. Era el territorio del P. Pío. Cuentan que veían delante de ellos a un fraile que tendía los brazos y les impedía desenganchar las bombas. Terminada la guerra, varios de ellos fueron a San Giovanni Rotondo y ?con absoluta certeza? reconocieron en el P. Pío al fraile que se metía delante de sus cazabombarderos en pleno vuelo.

Se sabe que el P. Pío llevaba una vez al mes la comunión a la famosa mística Teresa Musco que vivía cerca de Caserta, a muchos kilómetros de San Giovanni Rotondo. Teresa Musco tuvo los estigmas como el P. Pío, sufrió la Pasión del Señor y fue llamada por esto ?la mensajera de sangre?. En su diario ella llama al P. Pío ?el visitador de cada mes?. (El monje capuchino pudo hacer esto por medio de su poder de bilocación que le permitía estar espiritualmente en dos sitios al mismo tiempo).

Un día el P. Pío escribió una carta a su director espiritual para pedirle permiso de ?ofrecerse como víctima? por las almas del purgatorio (ofrecerse a Dios como ?alma víctima? significa estar dispuesto a sufrir lo que sea necesario para beneficio espiritual de otra persona que aún vive o de algunas almas que están padeciendo, como es el caso de las que se encuentran en el purgatorio). Este deseo fue creciendo cada vez más en el corazón del P. Pío, hasta el punto de transformarse en una verdadera pasión. Al director espiritual le fue favorable dicha petición, y el P. Pío, apoyado por la obediencia, hizo este acto heroico. Desde aquel momento no hubo ninguna barrera entre él y las almas del purgatorio. De esa manera el P. Pío se dio cuenta que el fuego del purgatorio es más fuerte que el fuego natural, sin embargo el sufrimiento mayor es la privación de Dios, aunque se sufre con la hermosa esperanza.

Un verdadero retrato del P. Pío estaría incompleto si no se diera el debido realce a su devoción mariana. Su amor a la Virgen se expresaba en particular por el rezo del santo rosario que llevaba siempre enrollado en la mano o en el brazo, como si fuera un arma empuñada. Una tarde el P. Pío estaba enfermo en su cama y lo asistía su sobrino Mario. El tío le dijo: -Mario, tráeme el arma. El sobrino buscó por aquí y por allá en la celda del monje, sobre la mesa, en el cajón. ?Pero, tío, no encuentro ningún arma. -Mira en el bolsillo de mi hábito. El sobrino buscó en el amplio bolsillo. Y nada. -Tío, solamente está tu rosario. -¡Tonto!, ¿no es ésa el arma? -?Toma esta arma?, le había dicho una vez en sueños la Santísima Virgen.

zarzar@sinteg.net

Más Allá de las Palabras / ESTIGMAS Y MILAGROS DEL PADRE PÍO

Por: Jacobo Zarzar Gidi



(Tercera parte)
Una de las más grandes obras que realizó el Padre Pío fue el hospital llamado Casa Alivio del Sufrimiento. A causa de la Segunda Guerra Mundial, los trabajos no pudieron empezar sino hasta mayo de 1947. El cinco de mayo de 1956, fiesta de su Patrono San Pío V, se inauguró el hospital con la bendición del cardenal Lercano y un inspirado discurso del Papa Pío XII. La finalidad de este hospital es la de curar al enfermo tanto espiritual como científicamente. Así lo expresó el Papa en su discurso: ?la fe y la ciencia, la mística y la medicina deben ponerse de acuerdo para auxiliar a la persona del enfermo toda entera: cuerpo y alma?.


Los grandes pilares de este hospital fueron tres de sus amigos espirituales: el farmacéutico Carlos Kisvarday, el médico Guillermo Sanguinetti y el agrónomo Mario Sanvico. El P. Pío sacó del bolsillo una moneda de oro que había recibido como regalo de una viejita desconocida y dijo: -Ésta es la primera piedra.


El principal responsable de la Casa Alivio fue el doctor Sanguinetti que por mucho tiempo fue enemigo de la iglesia católica y de los sacerdotes. En 1940, el doctor aceptó acompañar a su esposa Emilia a San Giovanni Rotondo, pero solamente como ?chofer de su mujer?. Cuando el P. Pío lo vio de lejos, lo llamó por su nombre, como si fuera un amigo de siempre, y le dijo: -He aquí el hombre que buscaba para mi hospital.


-¿De qué me conoces? ? le contestó sorprendido el doctor.
-Eso no importa. Ve y vende lo que tienes en Florencia y ven a vivir aquí -le contestó con decisión el padre.
-Es imposible, soy pensionado y mis pocos ahorros no son suficientes ni siquiera para construir una casita en este pueblo.
-Tú tienes ?un papel? -replicó misteriosamente el P. Pío -que solucionará el problema.


Sin entender lo que el P. Pío le estaba diciendo, el doctor Sanguinetti se regresó a Florencia, y después de unos cuantos días se enteró sorpresivamente que había ganado un gran premio en el sorteo de bonos cuyo documento guardaba celosamente en su casa. En esos momentos recordó las palabras del P. Pío, fue a San Giovanni Rotondo, edificó una modesta casita y se dedicó de tiempo completo a la Casa Alivio, como médico y director hasta 1954, año de su muerte.


Cuando le comunicaron al P. Pío el fallecimiento repentino del doctor Sanguinetti, lloró como un niño. Juan Gigliozzi estaba con el P. Pío aquella mañana y cuenta que los sollozos le sacudían los hombros y escuchó de su boca unas palabras desconcertantes: -?Jesús, me lo has escondido. ¡De haberlo sabido, te lo hubiera arrancado!?. Palabras tremendas que demuestran cuánta confianza y familiaridad tenía el P. Pío con Jesús, y cuánto amor por su amigo Sanguinetti. Durante su vida, el P. Pío -con la gracia de Dios- pudo enterarse de muchas cosas que iban a suceder en el futuro, pero le fue vedado el conocer la fecha exacta de la muerte de su colaborador y amigo. Si se hubiera enterado, con toda seguridad -como él lo dijo- habría convencido al Señor de la Vida para que lo dejara más años aquí en la Tierra.


En 1954 se inauguró la clínica Casa Alivio del Sufrimiento con un importante congreso de cardiocirujía, presidido por famosos científicos de fama mundial. A todos ellos el P. Pío les dijo: ?lleven su ciencia al enfermo, pero recuerden que también deben llevarle amor?. Tres días después los mismos congresistas fueron recibidos en audiencia por el Papa Pío XII que habló hermosamente sobre la Casa Alivio de San Giovanni Rotondo. -Santidad -le dijo uno de los científicos ¡-Hacen falta muchas personas como el P. Pío! -Sí, es un hombre extraordinario -contestó Pío XII-. Pero no lo puedo decir demasiado en voz alta, si no, me lo canonizan en vida.


Durante los trabajos de construcción, el P. Pío les había dicho a los responsables: -Háganla tan bonita como el paraíso, porque en ella habitará Cristo enfermo. La Casa Alivio resultó uno de los mejores centros hospitalarios de Italia, dotado de las instalaciones más modernas. Tiene incluso terrazas para helicópteros para un más rápido traslado de los enfermos y accidentados, laboratorios, farmacia, central termoeléctrica, imprenta, cine y capilla. Cincuenta médicos y más de trescientos empleados atienden a un millar de enfermos.


La Casa Alivio testimonia para siempre el amor fecundo e infinito de Dios. El P. Pío dijo un día: -es el Señor el que con sus manos lleva adelante la Casa Alivio. Es obra suya y saldrá adelante por siglos. ¡Ay de aquél que la toque!...
Sin embargo, la envidia humana se echó encima de la obra del P. Pío. Desde 1959, periódicos y semanarios empezaron a publicar artículos y reportajes mezquinos y calumniosos contra la Casa Alivio. Con la finalidad de quitar al P. Pío los donativos que le llegaban de todas partes del mundo para el sostenimiento de la Casa Alivio, sus enemigos planearon una serie de documentaciones falsas para acusarlo injustamente. Hasta la misma iglesia católica por medio de sus visitadores apostólicos llegaron a desanimar a los fieles para que asistieran a su misa o se confesaran con él. Destrozado por las persecuciones, el P. Pío tuvo todavía la fuerza de decir: ?-dulce es la mano de la iglesia también cuando golpea, porque es la mano de una madre?.


El P. Pío repetía con frecuencia: ?lo que hace falta a la humanidad es la oración?. Los continuos llamados del Papa Pío XII a la oración para alcanzar la paz en el mundo destrozado por la Segunda Guerra Mundial, encontraron en el P. Pío una respuesta concreta. Él ideó y fundó sus famosos ?Grupos de Oración?, que definió: ?semilleros de fe, hogares de amor en los cuales Cristo mismo está presente cada vez que se reúnen para la oración bajo la guía de sus directores espirituales?. Las dos oraciones principales y básicas de estos grupos son la misa y el rezo del santo rosario.


El 24 de septiembre de 1975, el Papa Paulo VI, hablando del P. Pío dijo: ?entre tantas maravillas que hizo el P. Pío, está la oleada de personas que oran y se entregan a la vida cristiana en la oración, en la caridad, en la pobreza de espíritu y en el cumplimiento del deber cristiano?.


El viernes 20 de septiembre de 1968, el P. Pío cumplía cincuenta años de haber recibido los estigmas del Señor. Aquella mañana en todo San Giovanni Rotondo había un extraordinario aire de fiesta. La gente llegó de todas partes de Italia y del mundo, en autobuses, trenes, coches y aviones. Los hoteles estaban llenos y muchas personas todavía por la tarde buscaban alojamiento. El P. Pío celebró la misa a la misma hora de siempre. Después de misa, el P. Pío pasó a través de una larga fila de sacerdotes y religiosos que le expresaron su afecto fraternal. Luego fue a sentarse en el confesionario como siempre. Al día siguiente, 21 de septiembre, no se sintió bien, no pudo celebrar misa, sólo comulgó. El día 22 era domingo. Esa noche, le dijo a su enfermero el P. Pellegrino: -hijo mío, si hoy el Señor me llama, pide a todos que me perdonen las molestias que les he dado. Y ruega a mis hijos espirituales que oren por mi alma. Después murmuró varias veces: -¡Jesús, María!


Minutos después lo colocaron en una silla para que pudiera respirar mejor y le dieron oxígeno mientras le administraban la Unción de los Enfermos. A las 2:30 horas, dulcemente, inclinó la cabeza sobre el pecho y expiró. Por la mañana temprano empezó a correrse la voz por los teléfonos, y como un relámpago se difundió la triste noticia: ?el P. Pío ha muerto?. Sus funerales fueron impresionantes. Se tuvo que esperar cuatro días para que las multitudes de peregrinos pasaran a verlo en el ataúd descubierto. En esos momentos la gente empezaba a darse cuenta de un hecho misterioso: las manos, el tórax y los pies del P. Pío aparecían sin ninguna señal de los estigmas.


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jacobozarzar@yahoo.com


martes, 3 de enero de 2012

JOSÉ MARÍA SAVALA: PADRE PÍO

Fuente consultada para este post:
Zenit:  EL MUNDO VISTO DESDE ROMA

LOS MILAGROS INÉDITOS DEL PADRE PÍO, EL SANTO DE LOS ESTIGMAS

Habla el autor del nuevo libro, José María Zavala

MADRID, martes 26 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Se publica en España "Padre Pío. Los milagros desconocidos del santo de los estigmas" (LibrosLibres), en el que el autor, José María Zavala, ha recopilado testimonios de conversiones y curaciones experimentados por su intercesión.
"Nunca había sentido tantos deseos de compartir una experiencia que me ha marcado de por vida", reconoce el autor en esta entrevista concedida a ZENIT, recordando que la canonización de Pío de Pietrelcina (1887-1968), en 2002, batió todos los records de fieles en la historia.
--¿Cómo se le recuerda al Padre Pío en el convento de San Giovanni Rotondo, donde pasó casi toda su vida?
--José María Zavala: Con inmenso cariño. Hay fieles que siguen percibiendo el intenso perfume de sus estigmas como la mejor señal de que nunca les abandona, esa misma fragancia que dejó helado a más de un incrédulo. 
--¿Quedan muchas personas que le trataron íntimamente?
--José María Zavala: Pocas, pero he tenido la gran fortuna de entrevistarlas. Como sor Consolata, una monja de clausura de 95 años que me recibió en el convento para relatarme episodios tan inolvidables como desconocidos. Nunca se lo agradeceré lo suficiente. Igual que a Pierino Galeone, sacerdote octogenario con fama de santo, a quien el Padre Pío curó milagrosamente tras la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo que a Paolo Covino, el capuchino que administró la Extremaunción al Padre Pío. Todos ellos rompen por primera vez su silencio para hablar del Padre Pío en este libro.
--¿Expresan alguna idea común?
--José María Zavala: Todos coinciden en que él hizo lo mismo que Jesús en la tierra: convirtió a los pecadores, sanó a los enfermos, consoló a los afligidos... Cargó con la Cruz durante toda su vida para redimir a los hombres del pecado. El Padre Pío sabía muy bien que sin sacrificio personal era imposible ganar almas para el Señor.
--¿Quién fue el Padre Pío?
--José María Zavala: Un regalazo que Dios hizo a los hombres en pleno siglo XX para que sigan creyendo en Él. Es imposible acercarse con sencillez y sin prejuicios a su figura y permanecer insensible. Conozco a mucha gente cuya fe estaba muerta por falta de obras y que por intercesión suya está ahora muy cerca del Señor, reza y es feliz haciendo felices a los demás.   
--¿Hay una relación entre sus horas de confesionario y los estigmas?
--José María Zavala: "Todo es un juego de amor", decía él. De Amor, con mayúscula, por el prójimo; él sabía muy bien que lo mejor se compra siempre al precio de un gran sacrificio. El Padre Pío vivió "crucificado" durante cincuenta años con estigmas en manos, pies y costado que sangraban a diario. Semejante sufrimiento moral y físico era un medio infalible para liberar a muchas almas de los lazos de Satanás. Por eso mismo se pasaba a veces dieciocho horas seguidas en el confesionario.
--Como un  nuevo cura de Ars...
--José María Zavala: Ahí radica la grandeza de este hombre de Dios. San Giovanni Rotondo, donde vivió y murió, sigue siendo hoy un auténtico camino de Damasco por el que millares de pecadores retornan al Señor. Es el primer sacerdote estigmatizado en la Historia de la Iglesia, y con unos carismas que le hacen muy especial, desde la bilocación hasta el escrutinio de corazones que le permitía leer el alma de los penitentes.
--"Haré más ruido muerto que vivo", comentó un día. ¿Qué quiso decir?
--José María Zavala: Habría que preguntárselo a los centenares de personas en todo el mundo que por su intercesión siguen hoy convirtiéndose y/o curándose milagrosamente de una enfermedad mortal. Muchos de ellos aportan sus impactantes testimonios en este libro. Podemos afirmar que el Padre Pío sigue obrando hoy desde Arriba más prodigios que cuando estuvo en la tierra.
--Usted recoge algunas conversiones impactantes...
--José María Zavala: Gianna Vinci me relató en Roma uno de esos milagros que le dejan a uno boquiabierto. En cierta ocasión, una mujer enferma de cáncer rogó a su marido, agnóstico, que la llevase a San Giovanni Rotondo, pues había oído que el Padre Pío obraba milagros. El hombre puso una condición: esperaría fuera de la iglesia. Así que entró sola la madre con su hijo de diez años. Gianna Vinci estaba allí y lo vio todo. La mujer se arrodilló en el confesionario del Padre Pío mientras éste indicaba al niño que avisase a su padre. El chiquillo obedeció: "¡Papá, te llama el Padre Pío!", le dijo en la puerta. Pero aquel rapaz... ¡era sordomudo! Emocionado, el padre acabó confesándose y su esposa quedó curada del cáncer al instante.
--¿Cuál es el secreto de la popularidad de este santo?
--José María Zavala: El Amor por los demás, insisto. El Padre Pío sigue recogiendo hoy los frutos de su siembra desde el Cielo. En Italia pude sentir el gran cariño que la gente profesa a este pedazo de santo. Al regresar a Madrid, mientras facturaba las maletas en el aeropuerto, un policía empezó a poner pegas. Pero en cuanto vio el retrato del Padre Pío que llevaba para un amigo, me dejó pasar con una sonrisa. "¡Menudo salvoconducto!", pensé.
--¿Va siendo conocido fuera de Italia?
--José María Zavala: Espero que este libro sirva para darle a conocer más en España, donde ya ha hecho unos cuantos milagros. En Argentina, México, Chile o Filipinas cuenta cada vez con más devotos.  
--¿Qué significa este libro en el conjunto de su bibliografía?
--José María Zavala: Es sin duda mi obra más importante. Nunca había sentido tantos deseos de compartir con los lectores una experiencia que me ha marcado de por vida. Dicen que cuando el Padre Pío levanta un alma ya no la deja caer más. Pues eso mismo he comprobado yo en mi propia carne. Invito a todo el que quiera, por muy escéptico que sea, a conocer a este hombre de Dios. Le aseguro que no quedará indiferente.
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Por Carmelo López-Arias